El (pequeño) suizo

Una de las primeras cosas que sorprenden e inquietan a la hora de afrontar nuestra primera competición es conocer que un suizo montará el torneo. Miramos al fondo de la sala y, tras un monitor, vemos a un personaje solitario, a menudo con cara de empollón, armando las partidas. Pero nada de tez clara o pelo rubio, ni restos de chocolate, ni preciso reloj en la muñeca.

El suizo es el sistema de competición que empareja a los competidores en relación a su desempeño a lo largo de todo el torneo. Así, rivales con un similar número de victorias se irán enfrentando entre ellos en cada ronda, de tal forma que el sistema actúa como un filtro que termina dejando a cada uno, con bastante precisión, en aquellas zonas de la clasificación en que su fuerza o nivel de juego indica que debería estar y, siempre, donde su desempeño en el torneo dictamina.

De este modo, si alcanzamos cierto éxito a lo largo de algunas partidas, "nuestro torneo" se endurecerá, enfrentándonos a jugadores que comparten un alto número de victorias, obligándonos, en cierto modo, a demostrar por qué estamos ahí. Por contra, si las victorias se nos hacen esquivas, nuestras siguientes partidas serán contra rivales teóricamente más débiles, de modo que, a menudo, el suizo concede a todos oportunidad de conseguir al menos una victoria.

Ahora que conocemos un poco más al pequeño suizo, quizás no nos entristezca tanto la próxima derrota y, sólo tal vez, las piernas nos temblarán un poco más aún tras una victoria.

Más información sobre el sistema suizo.